sábado, 8 de diciembre de 2018

Con las ganas.

Irrumpió en mi vida como si nada. Empezó a establecerse y a invadir mi corazón sin que me diera cuenta, o mejor dicho, yo hacía como si no me diera cuenta. Me gustaba la manera en la que me picaba hasta sacarme de quicio para luego decirme que se moría por mis huesos cada vez que sonreía, y yo lo hacía con él. No éramos lo que todo el mundo esperaba. Me hacía sentir una confianza en él como nadie en mucho tiempo lo había hecho. Puede ser que hubiese un huracán a la vuelta de la esquina pero me gustaba pensar que eso no ocurriría. 

Nos conocimos leyendo, buen comienzo y con una noche, con un ‘baja, te espero’ y una despedida terminó robándome aquel inesperado beso que no tenía en mente cuando salí de casa esa noche. Pero supe que no iba a ser el último de nuestro camino y de hecho no me equivocaba. 
Me descubrí un par de días después de eso, con la vocecita de siempre recordándome que algo pasaba y no iba a terminar bien, pero a quién le importa, tarde o temprano el amor no acaba bien. No podía llamar amor a lo que teníamos, ni puedo hacerlo ahora pero había algo especial en nosotros, sabía que nuestro camino iba a ser único y ambos éramos conscientes de ello. Él tenía algo especial que me hacia abrir mi corazón y dejarle entrar de cabeza. Ese fue mi problema años antes, abrirme demasiado a alguien que no tenía los mismos sentimientos que yo.

Me encantaba, obviamente, todo de él. Su manera de ser, de actuar conmigo, de hablarme y de ser él tan abiertamente. No podía perder la oportunidad de aprender de él pero me daba miedo que después de haberle brindado toda mi confianza la usara en mi contra o la rompiera, porque ya lo habían hecho antes. Pero un día una persona me enseñó que no todos los hombres son iguales como siempre se ha dicho, ni son, ni se comportan igual, ni por supuesto tienen las mismas personalidades. 
El día que volví a verlo no sabía qué iba a ser de nosotros pero me encantó su curiosidad, su manera de mirarme con aquellos ojos que parecía que analizaban cada parte de mis gestos y que me gustaban tantísimo. 
Siempre había tenido la imagen de encontrar a mi príncipe azul aquel que me quisiera por encima de todo y yo lo hiciera con él pero las cosas no suceden así. Con el paso del tiempo descubrí que no todo ocurre como queremos, ni en el momento adecuado pero, quiénes somos nosotros para decidir si lo es o no, ya que para comunicar algo que no es grato, nunca va a haber un momento adecuado.  

Que hay pecados compartidos de los cuales no todos estamos orgullosos, completa o parcialmente pero siempre serán parte de nuestra vida. Como aquella vez en la que no esperaba encontrarte tan cerca de mí. Mil preguntas resonaban en mi cabeza, no sabía cómo ibas a reaccionar. Por ello me disfracé de tí con esa seguridad en ti mismo que rebosas y que soy muy consciente de que me falta aunque no parases de repetir que era lo mejor que te había pasado. Que no me ibas a dejar nunca. En ese momento fue cuando me cogiste de la mano y me dijiste que siempre he sido poesía y que no ibas a ser poeta sin tu poesía.
Jugué a ser humana pensando que ambos lo seríamos pero no me percaté de que nosotros nunca lo hemos sido ni nunca lo seremos. Nos quisimos como pingüinos, desfallecimos al igual que los inseparables cuando son alejados de su media naranja. Hubieses hecho lo que te hubiera pedido, lo sé. Pero no podía pedirte algo que me tocaba darme a mí, no podía exigirte algo que era mi trabajo, no el tuyo. Lo hice por tí aunque nunca lo creíste, te deslizaste cada noche por mis mejillas para recordarme que seguía enamorada de tí como el primer inocente día. Aquellos días no paraba de recordar todas las noches que pasamos jugando a no querernos dormir, pero a querernos en silencio y como nadie lo ha hecho nunca. Los anclajes de mi corazón al tuyo cada día eran más y más fuertes pero ya me conoces por mi inestabilidad y no podía permitir que mis anclajes rompiesen los tuyos, ni que los tuyos se rompieran por mis quejidos. Esos que nunca escuchaste porque no te deje siquiera explicarte, sabía que si te volvía a escuchar esa voz por la que moría cada vez que la sentía no iba a poder dejarte ir. Porque dicen que si amas, déjalo ir, ¿no? Me asusté de que fuésemos más de todo lo que había soñado, me asusté de que fueras más para mí que yo para tí, me asusté de no estar a la altura, de hecho nunca lo estuve y salí corriendo. Fue la única salida que encontré a esas alturas con el miedo que me han dado siempre…

Te seguí desde lejos todo este tiempo, quería estar en tus éxitos sin que tu lo supieras pero me di cuenta de que el que siempre estaba en mis éxitos eras tú. Siempre perseverando, como las hormiguitas que nunca se rinden, he aprendido mucho durante este tiempo sobre los animales. Tu respuesta ahora mismo hubiera sido, ¿más? Qué sorpresa, ya lo sabía, siempre lo supe. Tendrías razón y la tenías en ese momento, como siempre. 
Después de tí cada noche se me retorcía el estómago un poquito más, hasta que oí de tí que te iba genial sin mí, que eras feliz, que salías, que bailabas y que sonreías más de lo que lo hacías estando conmigo y ahí fue cuando me di cuenta de que en su momento había elegido la opción correcta, aunque no fuese lo que yo quería ni lo que queríamos ninguno de los dos, ahora sé que hice lo correcto, ¿o no?

Siempre fuiste parte de mi camino, nunca te separaste de mí, me enseñaste a volar como nadie nunca lo ha hecho y siempre tuviste razón con respecto a nosotros. Aunque yo no quisiera verla. Pero no me voy a acercar de nuevo, no te puedo hacer eso. Ahora que veo que estás despegando hacia todos aquellos viajes con los que una vez soñabas a mi lado, es hora de hacerlo realidad y conseguir todo aquello que un día soñaste y te propusiste. Siempre fuiste un luchador y quien la sigue la consigue, eso ya lo sabes. 
No se lo que el destino nos tiene preparado pero lo recibiremos con los brazos abiertos, y si vienes con él te daré la razón, como siempre.
Aunque siempre sea mucho tiempo…
Siempre recordaré cuando me estrujabas al volverme a ver, aunque no te diga nada, ni sea capaz de hacerlo, sé que lo sabes porque la esperanza es lo último que se pierde. 
Adoraba acariciarte la espalda con las yemas de mis dedos, era como si el roce de mis dedos con tu piel me acelerara el pulso al igual que tu mirada. 
Cada vez que me miro al espejo intento recordar aquellos abrazos por la espalda que me dabas, que sabes cómo me gustan, para poder sentirte un poco más cerca. Para recrear aquellos momentos en los que me sentía llena y completa contigo. Sin embargo hoy me descubro recordándote de nuevo, con las legañas ya enganchadas a mis ojos. Me estoy disfrazando de tí para acercarte a mí y así acercarnos a aquellos viejos tiempos que tanto echo de menos. Te disfrazo de mí, imaginándote el día de mi cumpleaños con una rosa roja y unas chanclas que contar en la azotea esperándome para hacer por mí algo que nunca nadie se había atrevido a hacer. A las pruebas me remito, jugué a ser humana cuando empecé a descontrolar lo que teníamos entre manos porque cariño, estaba hasta las manos contigo. Pero ese mismo descontrol que me hizo enamorarme de tí, me arrancó de tu lado para llevarme a aquel mundo gris; No sé cómo ni cuando fue, igualmente me sigue encantando pensarte conmigo. 
Me gustaría ser capaz de morder ese momento en el que te rompí, tirarlo al vacío y borrarlo de tu memoria. No me di cuenta de lo que estaba perdiendo, supongo que todos cometemos errores pero espero que no fuese el que te haga alejarte de mí para siempre. Desde aquel día te volviste a deslizar por mis mejillas como cada noche, como con cada luna llena y como cada estrella las que entristecen porque ya no somos.  
No sé que acabó sucediendo solo sentí dentro dardos después de todo lo que nos atravesó, pero nuestra incómoda postura, mi incómoda postura, no podía dejar que te afectara a tí eso nunca lo permitiría. Al volver la vista atrás ya no sé si es una incómoda postura o era yo la que se imaginaba que algo no iba bien. Creía que si te arrastraba conmigo ibas a terminar como yo y era lo último que quería y ahora eres lo que necesito, te necesito conmigo. 
Esto se está convirtiendo en una súplica porque siento que las cuatro paredes, entre las que estoy, se están acercando cada vez más, en el espacio donde me encuentro me falta el aire y no puedo salir de aquí, no puedo hacerlo sin tí. Siempre fuiste mi bocanada de aire fresco que me daba aliento, el que estaba cuando nadie lo hacía y el que me cogía de la mano cuando me caía y me animaba a continuar. Ahora me faltas y el dolor en el costado no para de crecer cada vez más. Mis ojos se nublan con el recuerdo de tu mirada, tus besos se disipan y me muero de sed aunque esté tragando, ya que estoy intentando que el recuerdo de tus labios con los míos no se quede en el olvido. Como cuando te dije ‘no quiero estar a tu lado’ aunque fuese mentira. Ojalá ese momento haya quedado en el olvido y no resuene en tu memoria. 
Me disfrazo de tí, te imagino disfrazado de mí y juego a ser humana en esta habitación sin tí. 
Muerdo el tiempo por tí para ver cuánto me queda para verte, pero al verte me moriré de ganas de decirte que te voy a echar de menos. 

Con estas palabras vacío mis entrañas, te las muestro y finjo que todo está bien, que sin tí es más fácil aunque ya sepas que eso no es así. Me pierdo entre ellas soñando que algún día te pasarás por aquí a leerlas, a sentirlas, y al perderme con ellas te recuerdo sin ningún esfuerzo. Te pasarás a decirme que todo va a ir bien como siempre hacías y que ya sabías que lo conseguiría. 

Te pasarás y me moriré de ganas de decirte, que te voy a echar de menos

lunes, 23 de julio de 2018

Lo que te has perdido.

¿Cómo querer cuando ni siquiera te quieres a ti mism@?
¿Cómo hacer feliz a alguien cuando no lo eres contigo mism@?
¿Cómo conocer a alguien cuando no me conozco a mi misma?

Estas son las preguntas que cualquiera diría que son una tontería o que no tienen importancia, que simplemente con el tiempo aprendemos a querer con o sin daños provenientes de otra persona. Estas son las preguntas que yo me hacía hace 10 meses y a las que nunca les vi respuesta hasta que me conocí.

Hace exactamente 11 meses, me despedí de lo que creí que era lo más importante para mí y de aquello en lo que tantísima confianza y corazón puse. Pero después de un par de meses de mi partida, me di cuenta de que no todo es lo que parece y que no es bueno ponerle el corazón en bandeja a alguien porque eso le da el derecho a hacer lo que quiera con él. A lo mejor las intenciones en un principio no eran herirlo pero detrás de todo aquello se escondía una excusa hecha espada que lo partió en dos sin que yo me diera cuenta. Lo hizo poco a poco pero sin ningún cuidado y antes de estar seguro de haberlo roto bien en trocitos, junto con la tardanza que llevó, me quitó aquellas tiritas que sabía que tras sus heridas yo las iba a necesitar. Pero no supo que las decepciones tras llorarlas un poco son lo que más cura un corazón.

Volví a casa, e ingenua de mí, pensé que lo que yo había creado durante 13 meses iba a poder retomarlo o al menos rellenar las grietas que tuviera para construirlo más y más fuerte, pero eso no pasó. Me dí cuenta tarde de que los sacrificios que uno hace por la gente que quiere no siempre son devueltos con el mismo amor, y ahí está la decepción. La que después de una, otra, y otra y otra decide parar y quererse. De ahí renazco yo.

El renacer de una persona que ha estado confiando en los pilares que ella creía más fundamentales para ella y que se le desplomaron junto con su mundo entero. Ahí fue cuando me dí cuenta de que estaba sola. Creí que mi mundo llegaba a su fin, que desaparecería junto con todo el amor que dí pero no recibí de vuelta, creí que después de ellos (no me refiero solo a tí) no había más. Hasta que me agarré a aquella mano que nunca me suelta, y lloré. Lloré mucho. Pero ella me secó las lágrimas, me abrazó y me dijo que nunca se iría, que los amigos vienen y van, pero la familia no. Esta mi familia está conformada por esas personas que me ven mal y no les hace falta preguntar, porque me conocen lo suficiente como para simplemente abrazarme y ahí darme cuenta de que a su lado todo va a estar bien. Porque con la familia que no he elegido, y con la familia que sí he elegido me siento en casa, siendo esta aquí y en Nummela. Aquel pueblito que nadie conoce pero que no sabe lo feliz que me ha podido hacer en tan poquísimo tiempo. 

Tras hacerme esas tres preguntas una y otra vez, decidí que era hora del cambio, un cambio en mi vida y en mí que me iban a convertir en la mujer que soy. Así que, te has perdido quien soy, lo que estaba dispuesta a entregarte y te has perdido quien es, la mujer que ahora tienes delante. 

Siempre te dije que ponía cuerpo, corazón y alma, pero cuando alguien rompía esa confianza que yo entregaba completamente, ya no la volvía a recuperar y aquí me ves, sin rencores pero sin confianza que entregarte y entregaros a aquellos que cuando más os necesitaba simplemente desaparecisteis y os reísteis de mí sin yo saberlo siquiera. Pero gracias a la familia de la que hablo, estoy en pie y muy feliz. De hecho, me gustaría daros las gracias a aquellos que me habéis hecho más fuerte con vuestros daños pero no esperéis que vuelva porque cuando más me necesitéis y cuando estéis al borde del abismo, tendréis la esperanza de mi vuelta y no será así. Porque sin daros cuenta, me habré ido.

Para siempre. 

viernes, 8 de junio de 2018

Julieta

El tiempo está pasando demasiado rápido.
De pensar que se me iba a hacer eterno, de que echo todo muchísimo de menos, de que me iba a perder muchísimas cosas, de que todo iba a cambiar y yo no iba a estar allí para presenciarlo...
He pasado a estar intentando aprovechar cada segundo, cada momento, cada respiración y cada experiencia. Estoy disfrutando como una niña pequeña de los pequeños detalles y me han enseñado a vivirlos como las grandes cosas que provocan un cambio. Todo gracias a una persona que pensaba que sería competitiva y que nos ibamos a estar peleando a todas horas y no, no ha sido así. Me ha enseñado a vivir cada segundo como si fuera el último, a sentir que todo importa y que todo va a dejar huella en nuestra vida, pero lo que no sabe es que ella es la que más huella ha dejado en mi año aquí.
He conocido a una amiga, a una madre, a una hija, a una hermana, hasta a mí misma me he visto en ella. Se ha convertido en mi mejor amiga y mi hermana en tan sólo unos meses. Ella es la que me ha animado en todo momento a seguir en pie cuando he pasado uno de los momentos más complicados del año, ella es la que me ha mantenido arriba cuando más ganas de hundirme tenía.
No hay palabras para describir todo lo que hemos pasado juntas, desde el primer día que la conocí que no pensé que fuese a ser buena amiga hasta hoy día que es mi hermana, que conoce todo de mí, que sabe qué voy a decir antes de que lo diga, que sabe cómo voy a reaccionar antes de que lo haga, aquella que se que estará siempre y que yo estaré para ella.
He conocido a muchísimas personas junto a ella, aunque yo me acuerde de todo el mundo y ella de nadie, hemos hecho amistades juntas y por separado, pero aunque no lo sepa, ella para mí siempre ha sido la más importante. Después de todas las peleas, llantos y sobre todo risas juntas, creo que no sabe todavía lo grande que es para mí.
Las amistades nunca son fáciles. No hay una persona que encaje al 100% con otra y si lo hace, por el hecho de ser iguales chocaran. Este no es nuestro caso, somos muy diferentes pero como siempre digo, complementarias. Nosotras hemos chocado mil veces y probablemente lo hagamos mil una más pero nunca vamos a olvidarnos la una de la otra. Le debo mi año casi completo a ella, a su locura, a sus ganas de vivir, a su risa, a sus 15 mil pasos por delante, a su cabezonería, a su hambre, a su sinceridad, a su sonrisa y a todo aquello que solo ella y yo sabemos.
325 días juntas.
325 marcas en el corazón que jamás voy a poder olvidar.
325 experiencias.
325 partes de mi corazón que han formado una vida.
Formas parte de mi vida y siempre lo vas a hacer.
Gracias.
Gracias por haber aparecido en mi intercambio y por ser parte de la vida que construímos aquí. Gracias por enseñarme tal cantidad de cosas que solo tú y yo sabemos.
Gracias por las charlas, por los llantos, por las risas, por las horas aprendiendo español y sobre todo argentino.
Gracias por los planes de futuro.
Gracias por hacernos parte de las estrellas.
Gracias por ser mi mejor amiga.
Gracias por ser mi hermana.
Gracias por hacerme vivir Finlandia.
Pero sobre todo, gracias por enseñarme que hay que aprovechar los momentos hasta el último segundo, con una sonrisa porque estos terminan y no vuelven y por último gracias por hacerme ver que lo malo no es tan malo y que lo bueno, puede ser mejor.
Te quiero boluda, te quiero muchísimo.
Por supuesto esto no es una despedida.
Nos vemos pronto.

miércoles, 4 de abril de 2018

Soy y no soy.

No soy de nadie y de todos. No soy de ningún lugar y de todos. No soy y de vez en cuando, soy.

No soy de nadie, pero todas las personas que han pasado por mi vida tienen un hueco en mi memoria y en mi corazón. Tienen su pequeño espacio dónde siempre van a poder volver aunque no lo vayan ni quieran hacerlo. Soy de mi familia, de los besos de buenas noches de mi padre y los que no son de buenas noches, soy de los ''Malicoché'' de mi madre y de los despertares con amor, soy del ejemplo de mis hermanas y de la confianza que me brindan, soy de mis abuelos, del campo del abuelo Jose María, de las tortas de nueces de la abuela Grego, del: ''¡¡¡capullo bonito!!!'' del abuelo Antonio y de los platos de arroz de la abuela Trini. Soy de mis amigas, de Julieta que sin ella no podría ni haber llegado ni seguir donde estoy, soy de María que me ha demostrado lo que significa el nunca faltar, soy de Laura y de Carla las hermanas pequeñas que nunca tuve, soy de ese estúpido que aguanta mis audios de 13 minutos y aunque sea mala con él, los escucha y está siempre, soy de mi esa caja de sorpresas a la que llaman Poni y que tantas cervezas me debe (acompañadas de nuestras charlas largas y tendidas), soy de mi Maridica que nunca ha desaparecido a pesar de los años y la distancia y soy de tí. 

No soy de ningún lugar, pero mis raíces están en Castillo con mi Pava, mi adolescencia en Alcalá junto con todos los errores que cometí en esa época, los dos años que fueron cruciales para mi futuro en Córdoba junto con el daño que hice a personas que me importaban y me importan, y junto el daño que me hicieron a mí. Y por último, soy de Finlandia. El lugar y momento que me ha hecho cambiar tantísimo y que me ha hecho darme cuenta de lo importante que es el amor propio. Porque las personas van y vienen, pero tú eres el único con el que vas a pasar el resto de tu vida, cada segundo. El lugar que me ha hecho valorar lo que es un abrazo, un beso, un gesto, una simple sonrisa y la importancia de la gente que te quiere y que quieres. El que me ha dado tan malos y tan buenos momentos, pero sobre todo, me ha dado la persona que me ha sacado del pozo en el que me meto cada vez que algo me hunde. Nunca me he definido como una persona sensible y que se hunde por todo, pero nadie me ha visto tan hundida gracias a la familia que tengo y al vínculo tan grande que hay entre nosotros. Y aquí nadie me ha visto tan hundida gracias a ella. Se que mi gente desde España está tratando de ayudarme desde lejos, pero ella me ha hecho cambiar la manera de ver las cosas con solo mirarme y sonreírme. El verte sola, en un país que no conoces, en una casa que no es la tuya, en un instituto en el que nadie te mira y tú simplemente esperando una sonrisa, un sitio en el que tratas de corazón sentirte parte de él, pero nunca lo consigues. Este lugar me ha quitado mucho, pero me ha dado muchísimo más. 

No soy y de vez en cuando, soy. 
Desde pequeñita me han hecho ver que las comparaciones son odiosas y que nunca se va a dar la misma situación en las mismas condiciones como para tener la posibilidad de compararlas. Durante toda mi vida he tomado decisiones buenas y malas, algunas de las que estoy orgullosa de haberlas hecho y otras que me han enseñado para las próximas veces (porque siempre hay una próxima vez). Estas me han hecho crecer y crear mi camino y futuro poco a poco hasta llegar donde estoy y donde tengo planeado llegar. Por ello, nunca me ha gustado comparar, porque no es que todo sea blanco o negro, sino que hay escala de grises y no por ser grises es malo, o más desprolijo, simplemente diferente algo nuevo de lo que aprender. Por desgracia la sociedad en la que hemos crecido está llena de comparaciones como por ejemplo, la danza. La danza ha sido mi vida desde que tengo siete años y siempre ha habido alguien mejor que yo, o alguien con más giro, con más equilibrio, con más empeine, más bonita, más delgada, con más estilo para bailar, con mejor memoria... Pero como siempre amé la danza con mi corazón, nunca me paré a pensar en compararme con alguien y en caso de hacerlo, lo hacía para mejorar y como un nuevo reto más, para seguir avanzando. Otro ejemplo son los idiomas, nunca he sido buena en inglés y siempre me ha encantado el francés y se me ha dado bien, pero el estar en Finlandia me ha ayudado a progresar mi inglés con creces y a conocer el idioma finlandés (que no es nada fácil). Pero las únicas comparaciones que nunca en mi vida he sido capaz de asimilar son entre personas. Una persona JAMÁS es igual que otra, o nunca hace las cosas igual que otra persona. SIEMPRE hay otras cirscustancias, otro momento, otras razones, otras formas de ser, otros pensamientos, otros por qués, otra educación sean o no del mismo país. Dicho esto, otra forma de ''comparación''/''superioridad'' es el poner títulos a las personas o a las sociedades. Como por ejemplo (me ha dado fuerte por los ejemplos): Un país determinado (sin rótulos) que está considerado el país más feliz del mundo, el país que no es racista, el país que tiene la mejor educación, uno de los países más generosos del mundo... y un largo etc. Me encanta este país, pero por encima de eso están mis principios y lo siento mucho pero detesto la hipocresía.
Puede ser que mi manera de ver la felicidad sea diferente a la suya, cuando la mía es estar en familia y con amigos, la suya puede ser estar viendo series en su cuarto, puede ser que no todo el mundo sea racista, pero he visto como la gente te mira raro simplemente porque hablas otro idioma, o por tener otro color de piel, puede ser que la educación sea mejor que en otros países, pero después de estar 15 años de mi vida en colegio e instituto (contando con que he estado en dos institutos y tres conservatorios distintos), yo particularmente no noto la diferencia, bueno sí, te dejan usar el teléfono y usar auriculares siempre que quieras. Este lugar me ha hecho cambiar mucho, me ha hecho quererme y querer a los míos, recordarme que no hace falta querer a alguien que no me quiere, me ha enseñado que siempre los amigos que son de verdad nunca se van de tu lado, me ha enseñado muchísimos valores, me ha enseñado a valorar los momentos compartidos, pero sobre todo esto, me ha hecho madurar y darle importancia a lo realmente importante.
Al fin y al cabo, sigo y siempre seguiré siendo yo, estando orgullosa de donde vengo. 

jueves, 18 de enero de 2018

Despedidas.

Decir adiós.
Decir adiós a veces es menos doloroso que un hasta luego. 

Hasta luego. 
Esa despedida que estas deseando que no sea definitiva. Esa espinita que no deja de doler hasta que deja de ser una despedida pero que duele y mucho. 

Siempre he pensado que una despedida definitiva dolería más que un hasta luego, porque siempre cabe la posibilidad de que todo vuelva a ser como antes o por lo menos soñarlo. Pero esa incertidumbre que nunca te suelta que te hace soñar que está pensando en tí al igual que tú nunca has dejado de pensar en él, que te hace esconderte en esa película en la que intentaste meterte creyendo que sería mejor y sabiendo en el fondo que el final no iba a ser feliz.
Esa incertidumbre que te hace llorar sin derramar ni una lágrima, que te hace gritar en silencio, que te hace estar sola alrededor de mucha gente. Y creo que es una de las peores sensaciones. Sentirte ajena a lo que pasa a tu alrededor, como si no fuera contigo, como si estuvieras siendo parte de algo que no es parte de tí, como si estuvieras intentando ser parte de alguien del cual no eres. 
Como cuando quieres decir algo y no te salen las palabras o simplemente sabes que no debes hacerlo, como cuando quieres acostumbrarte a algo pero no debes, por tu bien o por el de alguien. Como cuando quieres ser costumbre de alguien pero ese alguien no te quiere como costumbre. Siempre me han gustado las sorpresas, pero odio la incertidumbre.

Nunca me han gustado las despedidas, yo he sido siempre más de reencuentros, de reconciliaciones, de abrazos que quitan el aliento y sobre todo de besos robados.
Pero tampoco pensé nunca que dolieran tanto. Hace 5 meses fue la peor, aquellos besos que se me han clavado en el corazón desde que te os salir por la puerta de aquel maldito hotel. Ese que parecía tan bonito pero que guarda una de las despedidas más tristes que he presenciado y de la cual no le he hablado a nadie. Estos 5 meses me han cambiado, no sé si para bien o para mal, pero como ya he dicho, no le he hablado a nadie de esa última despedida y no lo voy a hacer ahora.
He cambiado lo sé, pero sigo siendo yo. Pero esta última semana y la última despedida que he vivido me ha cambiado. No se cómo ni de que manera estas personas se me han calado tanto y se han convertido en una simple semana en tan increíblemente importantes para mí. De ser desconocidos, a contarles como me siento y a decirles quinientas mil veces que los echo de menos.
Antes de esto, me gustaba pensar que estaba en casa, o que mi familia (de aquí) estaba intentando que sintiera que soy parte de la familia y por supuesto lo estoy haciendo. Pero cuando estas personas llegaron, hablé tres palabras con ellos y ya sabía que iba a ser una muy buena semana y que iba a ser muy difícil decir adiós. Y ellos han sido los que me han hecho sentir como en casa. Como si por una semana hubiera vuelto a casa, con mis amigos, con nuestras risas, nuestras clases en el instituto, todas las excursiones de la semana...
Increíble.
Solo tengo buenas palabras para los que han hecho de una simple semana más, una de las mejores de toda la experiencia y por ello han formado parte de mi experiencia. No los voy a olvidar nunca. A Adri, el pesado que sabía la falta que me hacían esos abrazos que sé que tanto me gustan (aunque le dijera que no) y no ha parado de dármelos durante toda la semana independientemente de que yo me intentara separar. A Cristina, esa chiquitina que no sé como ha hecho para hacerme confiar en ella con tal facilidad y que sintiera que es como mi alma gemela con la casualidad que nacimos el mismo día (destino, supongo). A Claudia, que aunque no lo sepa somos mucho más parecidas de lo que cree. A Sergio, que me enamoré de esos ojazos pero sobre todo por mostrarse tal y como es y por dejarme conocer a ese que no deja ver a todo el mundo (por los últimos dos abrazos que no sabe como los sentí). A Raúl, ese que me aprendí el nombre desde el primer segundo que bajó del bus y me escuchó que estaba presentandome en el grupo de al lado para decir: Eh! Que aquí hay más españoles! Para después darme dos besos. Y por las bachatas y los bailes juntos. A Loco Lucas que espero que se le quiten esos pensamientos que tiene, sin nunca perder su esencia, y que le hayan ayudado esos consejos que intenté darle con la mejor de las intenciones. A Moreno, que después de intentar ligarse a mi mejor amiga, le he cogido cariño y todo. A todos vosotros por hacerme sentir en casa.
Por supuesto, siendo con perdón, incluso más importantes, a mis finlandeses. Esos que parecen fríos, que no le dan importancia a los amigos y que pasan buenos ratos contigo y luego no te saludan aunque sepan perfectamente quién eres. A Inka, que sin darnos cuenta nuestra relación ha crecido como la espuma y la considero una muy buena amiga, casi hermana. A Saara, esa cuqui que desde el principio ha intentado hacernos sentir bien, salir con nosotras, bailar, reír... A Niku-Heikki, sin dudarlo, el mejor amigo que he podido conocer en Finlandia y del que no pienso perder amistad nunca. A Eljas que se abrió delante de nosotros pareciendo imposible por lo tímido que es. A Leevi, mi niño pequeño que no tiene ni idea de lo importante que es para mí y de lo que me ha sorprendido gratamente de conocerlo mejor estos días. A Anni, otra cuqui que aunque no lo sepa, me ha encantado saber cómo es y me encantaría mantener la amistad que tenemos y si se puede, mejorarla.

Y por último, a mi mejor amiga. Esa que ha estado en uno de los momentos más complicados que he pasado, la que ha conseguido mantenerme feliz en un país extranjero con gente que no conocía, en el que me veía sola y cuando perdí la ilusión por esta experiencia. Le tengo que agradecer cada risa, cada llanto, cada canción, cada baile, cada fiesta, cada enfado e incluso cada pelea. He aprendido con ella más que con toda la gente que simplemente ha pasado por mi vida de largo. Ella apareció y sé que se quedará, por todos los sueños que nos quedan por cumplir juntas.

He sufrido malas despedidas, una de ellas fue la vuestra, pero el 19 de Junio no me quiero imaginar tener que despedirme de la vida que he creado aquí en tan poquísimo tiempo y con lo importantes que son para mí todas y cada una de las personas que he conocido.

Pero antes de despedirme, me quedan 5 meses que disfrutar.

Gracias a todos.

Felices 5 meses en Finlandia.