Irrumpió en mi vida como si nada. Empezó a establecerse y a invadir mi corazón sin que me diera cuenta, o mejor dicho, yo hacía como si no me diera cuenta. Me gustaba la manera en la que me picaba hasta sacarme de quicio para luego decirme que se moría por mis huesos cada vez que sonreía, y yo lo hacía con él. No éramos lo que todo el mundo esperaba. Me hacía sentir una confianza en él como nadie en mucho tiempo lo había hecho. Puede ser que hubiese un huracán a la vuelta de la esquina pero me gustaba pensar que eso no ocurriría.
Nos conocimos leyendo, buen comienzo y con una noche, con un ‘baja, te espero’ y una despedida terminó robándome aquel inesperado beso que no tenía en mente cuando salí de casa esa noche. Pero supe que no iba a ser el último de nuestro camino y de hecho no me equivocaba.
Me descubrí un par de días después de eso, con la vocecita de siempre recordándome que algo pasaba y no iba a terminar bien, pero a quién le importa, tarde o temprano el amor no acaba bien. No podía llamar amor a lo que teníamos, ni puedo hacerlo ahora pero había algo especial en nosotros, sabía que nuestro camino iba a ser único y ambos éramos conscientes de ello. Él tenía algo especial que me hacia abrir mi corazón y dejarle entrar de cabeza. Ese fue mi problema años antes, abrirme demasiado a alguien que no tenía los mismos sentimientos que yo.
Me encantaba, obviamente, todo de él. Su manera de ser, de actuar conmigo, de hablarme y de ser él tan abiertamente. No podía perder la oportunidad de aprender de él pero me daba miedo que después de haberle brindado toda mi confianza la usara en mi contra o la rompiera, porque ya lo habían hecho antes. Pero un día una persona me enseñó que no todos los hombres son iguales como siempre se ha dicho, ni son, ni se comportan igual, ni por supuesto tienen las mismas personalidades.
El día que volví a verlo no sabía qué iba a ser de nosotros pero me encantó su curiosidad, su manera de mirarme con aquellos ojos que parecía que analizaban cada parte de mis gestos y que me gustaban tantísimo.
Siempre había tenido la imagen de encontrar a mi príncipe azul aquel que me quisiera por encima de todo y yo lo hiciera con él pero las cosas no suceden así. Con el paso del tiempo descubrí que no todo ocurre como queremos, ni en el momento adecuado pero, quiénes somos nosotros para decidir si lo es o no, ya que para comunicar algo que no es grato, nunca va a haber un momento adecuado.
Que hay pecados compartidos de los cuales no todos estamos orgullosos, completa o parcialmente pero siempre serán parte de nuestra vida. Como aquella vez en la que no esperaba encontrarte tan cerca de mí. Mil preguntas resonaban en mi cabeza, no sabía cómo ibas a reaccionar. Por ello me disfracé de tí con esa seguridad en ti mismo que rebosas y que soy muy consciente de que me falta aunque no parases de repetir que era lo mejor que te había pasado. Que no me ibas a dejar nunca. En ese momento fue cuando me cogiste de la mano y me dijiste que siempre he sido poesía y que no ibas a ser poeta sin tu poesía.
Jugué a ser humana pensando que ambos lo seríamos pero no me percaté de que nosotros nunca lo hemos sido ni nunca lo seremos. Nos quisimos como pingüinos, desfallecimos al igual que los inseparables cuando son alejados de su media naranja. Hubieses hecho lo que te hubiera pedido, lo sé. Pero no podía pedirte algo que me tocaba darme a mí, no podía exigirte algo que era mi trabajo, no el tuyo. Lo hice por tí aunque nunca lo creíste, te deslizaste cada noche por mis mejillas para recordarme que seguía enamorada de tí como el primer inocente día. Aquellos días no paraba de recordar todas las noches que pasamos jugando a no querernos dormir, pero a querernos en silencio y como nadie lo ha hecho nunca. Los anclajes de mi corazón al tuyo cada día eran más y más fuertes pero ya me conoces por mi inestabilidad y no podía permitir que mis anclajes rompiesen los tuyos, ni que los tuyos se rompieran por mis quejidos. Esos que nunca escuchaste porque no te deje siquiera explicarte, sabía que si te volvía a escuchar esa voz por la que moría cada vez que la sentía no iba a poder dejarte ir. Porque dicen que si amas, déjalo ir, ¿no? Me asusté de que fuésemos más de todo lo que había soñado, me asusté de que fueras más para mí que yo para tí, me asusté de no estar a la altura, de hecho nunca lo estuve y salí corriendo. Fue la única salida que encontré a esas alturas con el miedo que me han dado siempre…
Te seguí desde lejos todo este tiempo, quería estar en tus éxitos sin que tu lo supieras pero me di cuenta de que el que siempre estaba en mis éxitos eras tú. Siempre perseverando, como las hormiguitas que nunca se rinden, he aprendido mucho durante este tiempo sobre los animales. Tu respuesta ahora mismo hubiera sido, ¿más? Qué sorpresa, ya lo sabía, siempre lo supe. Tendrías razón y la tenías en ese momento, como siempre.
Después de tí cada noche se me retorcía el estómago un poquito más, hasta que oí de tí que te iba genial sin mí, que eras feliz, que salías, que bailabas y que sonreías más de lo que lo hacías estando conmigo y ahí fue cuando me di cuenta de que en su momento había elegido la opción correcta, aunque no fuese lo que yo quería ni lo que queríamos ninguno de los dos, ahora sé que hice lo correcto, ¿o no?
Siempre fuiste parte de mi camino, nunca te separaste de mí, me enseñaste a volar como nadie nunca lo ha hecho y siempre tuviste razón con respecto a nosotros. Aunque yo no quisiera verla. Pero no me voy a acercar de nuevo, no te puedo hacer eso. Ahora que veo que estás despegando hacia todos aquellos viajes con los que una vez soñabas a mi lado, es hora de hacerlo realidad y conseguir todo aquello que un día soñaste y te propusiste. Siempre fuiste un luchador y quien la sigue la consigue, eso ya lo sabes.
No se lo que el destino nos tiene preparado pero lo recibiremos con los brazos abiertos, y si vienes con él te daré la razón, como siempre.
Aunque siempre sea mucho tiempo…
Siempre recordaré cuando me estrujabas al volverme a ver, aunque no te diga nada, ni sea capaz de hacerlo, sé que lo sabes porque la esperanza es lo último que se pierde.
Adoraba acariciarte la espalda con las yemas de mis dedos, era como si el roce de mis dedos con tu piel me acelerara el pulso al igual que tu mirada.
Cada vez que me miro al espejo intento recordar aquellos abrazos por la espalda que me dabas, que sabes cómo me gustan, para poder sentirte un poco más cerca. Para recrear aquellos momentos en los que me sentía llena y completa contigo. Sin embargo hoy me descubro recordándote de nuevo, con las legañas ya enganchadas a mis ojos. Me estoy disfrazando de tí para acercarte a mí y así acercarnos a aquellos viejos tiempos que tanto echo de menos. Te disfrazo de mí, imaginándote el día de mi cumpleaños con una rosa roja y unas chanclas que contar en la azotea esperándome para hacer por mí algo que nunca nadie se había atrevido a hacer. A las pruebas me remito, jugué a ser humana cuando empecé a descontrolar lo que teníamos entre manos porque cariño, estaba hasta las manos contigo. Pero ese mismo descontrol que me hizo enamorarme de tí, me arrancó de tu lado para llevarme a aquel mundo gris; No sé cómo ni cuando fue, igualmente me sigue encantando pensarte conmigo.
Me gustaría ser capaz de morder ese momento en el que te rompí, tirarlo al vacío y borrarlo de tu memoria. No me di cuenta de lo que estaba perdiendo, supongo que todos cometemos errores pero espero que no fuese el que te haga alejarte de mí para siempre. Desde aquel día te volviste a deslizar por mis mejillas como cada noche, como con cada luna llena y como cada estrella las que entristecen porque ya no somos.
No sé que acabó sucediendo solo sentí dentro dardos después de todo lo que nos atravesó, pero nuestra incómoda postura, mi incómoda postura, no podía dejar que te afectara a tí eso nunca lo permitiría. Al volver la vista atrás ya no sé si es una incómoda postura o era yo la que se imaginaba que algo no iba bien. Creía que si te arrastraba conmigo ibas a terminar como yo y era lo último que quería y ahora eres lo que necesito, te necesito conmigo.
Esto se está convirtiendo en una súplica porque siento que las cuatro paredes, entre las que estoy, se están acercando cada vez más, en el espacio donde me encuentro me falta el aire y no puedo salir de aquí, no puedo hacerlo sin tí. Siempre fuiste mi bocanada de aire fresco que me daba aliento, el que estaba cuando nadie lo hacía y el que me cogía de la mano cuando me caía y me animaba a continuar. Ahora me faltas y el dolor en el costado no para de crecer cada vez más. Mis ojos se nublan con el recuerdo de tu mirada, tus besos se disipan y me muero de sed aunque esté tragando, ya que estoy intentando que el recuerdo de tus labios con los míos no se quede en el olvido. Como cuando te dije ‘no quiero estar a tu lado’ aunque fuese mentira. Ojalá ese momento haya quedado en el olvido y no resuene en tu memoria.
Me disfrazo de tí, te imagino disfrazado de mí y juego a ser humana en esta habitación sin tí.
Muerdo el tiempo por tí para ver cuánto me queda para verte, pero al verte me moriré de ganas de decirte que te voy a echar de menos.
Con estas palabras vacío mis entrañas, te las muestro y finjo que todo está bien, que sin tí es más fácil aunque ya sepas que eso no es así. Me pierdo entre ellas soñando que algún día te pasarás por aquí a leerlas, a sentirlas, y al perderme con ellas te recuerdo sin ningún esfuerzo. Te pasarás a decirme que todo va a ir bien como siempre hacías y que ya sabías que lo conseguiría.
Te pasarás y me moriré de ganas de decirte, que te voy a echar de menos.