domingo, 20 de diciembre de 2015

Deberían ser eternos.

Hacía tiempo que no escribía. He tenido motivos para hacerlo, pero por unas o por otras circunstancias,  no ha sido posible. Hoy vengo a hablaros de la familia, de valorarla, de sentirla o simplemente de saber que apreciarla.

Soy consciente de que no soy la más indicada para hablar de este tema, no porque no quiera a mi familia, sino porque no quería pararme a pensar que algún día podría perderles. Pero cuando ocurre algún problema en el que pensamos que perdemos a alguien nos damos cuenta de lo que no estamos valorando suficiente. Ahora mismo, sinceramente, estoy muerta de miedo. A partir de aquel día, de aquel momento, me di cuenta de que no sabía lo que tenía, que estaba a punto de perder lo que me da la vida cada día y se me escapaba de las manos sin poder hacer nada. La impotencia unida al miedo, el corazón roto de pensar que se me iba cuando hace simplemente unos segundos estábamos riendo a carcajadas juntas. A partir de aquel instante decidí no separarme de ella hasta que llegase su final, y con él, el mío. Supe que no lo había estado haciendo bien, pero que mi conciencia estaría tranquila porque iba a hacer lo que estuviese en mi mano para hacer todo lo posible por su bien. “No puedes hacer nada”-Dicen- “No es cierto”- Pienso-

Sirva de algo o no, voy a hacer todo lo que esté en mi mano por verla sonreír a cada segundo aunque ella no sea consciente de lo que está pasando. Que, en parte, me alegro de que no sea consciente de que estemos sufriendo tantísimo por ella, pero no lo hago con respecto a lo que estamos haciendo por ella y que sepa lo que nos importa. Lo único que nos queda es esperar y rezar para que todo mejore y volvamos a ver esa sonrisa que tantísimo nos llena. Ahora mismo, lo único que necesito es verla feliz, cantando esos villancicos que como cada año con esa voz nos ha enamorado a todos y cada uno de los miembros de la familia. Esas comidas y cenas familiares tan largas que nunca acaban y no porque estemos hartos, sino porque no queremos que acaben. No sé si somos la familia que más se quiere, o la mejor familia. Lo único que sé es que soy la persona más feliz del mundo teniéndolos a mi lado y viéndolos felices.


Por ello y por mucho más, me gustaría deciros que no cometáis el mismo error que yo he cometido, valorad a vuestra familia, queredlos y hacedlos felices. Que eso, amigos, es la satisfacción más grande del mundo. 
Feliz 20.


No hay comentarios:

Publicar un comentario